lunes, 9 de junio de 2008

El Rey Mago


Si tan solo creyeramos en nosotros. El hecho de discutirlo permanentemente exalta cierta hipocresía, un rencor infundado, un enojo instintivo.

¿Es su andar sabio lo que no convence a los impíos? ¿Es su mirada llena de soberbia justificada, donde los 21 jugadores restantes son sólo peones de mayor o menor estirpe frente a un monarca descendiente de dioses?

Me agradaría detenerme más en su mirada, en sus ojos a medio cerrar. Pero todo me lleva a recorrerlo. Su expresión de Casandra no obnubilada por el futuro, serena. Su gesto corporal, como si él mismo hubiese dictado las normas estéticas del juego. Su extensión, la pelota, que es parte de él. Lo recorro y no noto más que simpleza, que fluidez. Y todo me retrotrae a su mirada. Porque allí radica su verdad. Allí donde él observa se lo puede observar. Y se descubre. Se descubre y lo descubrimos, los que creemos. Revelamos que sus ojos de sabiduría sabrán qué hacer, qué pasará y quien lo hará.

Todo eso y más genera en nosotros, los fieles, el dueño de la pelota. El mejor.

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